miércoles, 26 de enero de 2011

CARTA A JUAN PABLO DUARTE

Admirado Patricio:

Como uno de los ciudadanos que gracias a tu esfuerzo, tu abnegación y tus vigilias nació dominicano, en este aniversario quisiera poder decirte que vivimos en la patria que soñaste, que tu ideario es la guía moral del diario quehacer del pueblo que quisiste libre y que tu obra ingente ha sido verdaderamente apreciada y respetada por los que heredamos la patria que te costó el exilio y la muerte en suelo extraño. Lamentablemente, con tristeza debo informarte que seguimos encallados en las rocas de la insensatez y envueltos en la bruma de la codicia sin límites.

De entrada debo decirte que tu nombre es el más conocido en el país que creaste: lo llevan calles, puentes, plazas, y hasta en los más apartados pueblecitos se desviven por homenajearte; aun en tierras extrañas hay plazas y bulevares que llevan tu nombre. En otras palabras, eres lo que ahora se llama una “celebridad”. Ahí no te hemos descuidado, aunque creo que cuando se te hace un homenaje, es éste sólo un vehículo de notoriedad para quienes explotan tu nombre y nada más. Por eso, ¡de mí y otros dominicanos como yo no esperes otro monumento! De esos ya tienes muchos; tantos, que tu símbolo, casi mítico, ha sobrepasado el valor de tu obra, que muchos desconocen, y se te identifica ciegamente como “el hombre de los cuartos” (aludiendo a tu foto en el peso devaluado), el del puente grande, las avenidas, las plazas o las calles principales bulliciosas que llevan tu nombre.

Una vez dijiste que servir a su pueblo era la tarea más noble de un ser humano y que la política era la ciencia más bella y pura. Parece ser que los políticos del patio te mal interpretaron, pues servirse ellos primero, con la cuchara grande, es lo más importante, y que nadie les hable de tus “ideas románticas trasnochadas”, pues los tuyos “fueron otros tiempos”.

En el viacrucis que hemos vivido desde que junto a tus “Trinitarios” decidiste exponer tu vida en aras de la libertad, excepto por muy breves períodos, el pueblo que soñaste ha sido un rosario de tramas, calamidades y reparticiones, que lo han dejado exhausto, hipotecado y con un futuro incierto.

En ese sentido, no mucho ha cambiado desde que fuiste víctima, junto a tu familia, de la saña de tus contemporáneos. Los líderes son más o menos los mismos; entre nosotros han abundado, y abundan, los Iscariotes, los Santanas y los Báez. De los dos últimos no te hablaré, pues viviste días aciagos por su culpa. Claro, es posible que no sepas que producto de sus acciones hipotecarias y la de un tal Lilís, el país fue invadido en 1916 por el poderoso vecino del Norte y nos legó en una persona de nombre Trujillo—en quien se sintetizaron todo el mal, la indolencia, la satrapía, el pillaje y la práctica caudillista que hasta entonces había sufrido el pueblo—la más sangrienta dictadura imaginable. Por treintiún años sufrimos a esa encarnación del demonio. De él heredamos el paternalismo y la corruptela de rampa ascendente que nos erosiona como mar a playa. Fue tan imponente su influencia, que cambió para siempre nuestra psique colectiva.

Cosa curiosa, durante la dictadura del tal Trujillo llovieron los homenajes y las ofrendas florales en tu honor, lo que hasta hoy nos sigue satisfaciendo. Hasta hubo uno de sus servidores, un tal Balaguer, que te llegó a llamar “El Cristo de la libertad” y escribió una obra apasionada destacando tus virtudes, las que se encargó en la práctica de pisotear, pues su gobierno autoritario, también producto de otra invasión del poderoso vecino del Norte, fue la antítesis de toda la pureza de tu ideario.

Como tú en tu tiempo, miles tuvieron que abandonar el suelo patrio durante el gobierno del tal Trujillo.

Por supuesto, en este tu suelo no han faltado hombres y mujeres de coraje quienes han enarbolado tus ideales como escudo de lucha. Te acuerdas de Luperón, ¿verdad? Sabes cómo luchó éste contra la anexión; bueno, como él ha habido hombres que en una u otra ocasión han defendido con decoro la integridad de la patria sin importarles su seguridad personal. De esa estirpe de hombres fueron los que en 1959 desembarcaron por Constanza, Maimón y Estero Hondo para combatir a Trujillo, entre los que se destacaba un Mayobanex Vargas, un Juan de Dios Ventura Simó, y otros valientes. Casi todos esos expedicionarios perecieron en su esfuerzo.

Ya antes, en 1916, un grupo de 80 valientes de Mao, encabezados por un Carlos Daniel y un Máximo Cabral, en La Barranquita, habían enfrentado al gigante del Norte sin más armas que unos cuantos fusiles y varios barriles de abejas bien posicionados. De esa gesta resalta la memoria de Pancho Peña para quien sus 80 años de edad no fueron impedimento para que se sumara a la lucha, muriendo en la contienda.

La sangre ha lavado la patria muchas veces. Combatiendo a Trujillo cayeron miles, algunos en las ergástulas del régimen producto de las torturas sufridas. Recuerdo el álbum con las fotografías de los torturados que vi en mi adolescencia: ¡qué cuadro horroroso aquel! Hay entre ellas una imagen que jamás he podido borrar de mi mente, la del moreno José Messón mientras era torturado en la silla eléctrica, con los ojos que casi se salían de sus órbitas. Entre los miles de crímenes horrorosos del mal nacido Trujillo está el de las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa, quienes junto a sus esposos, presos políticos del régimen, combatieron al tirano abiertamente.

Trujillo fue físicamente eliminado 148 años después de tú haber nacido, pero con él no se fueron sus métodos y sus costumbres y producto de ese trujillismo sin Trujillo, en 1963, se cercenó en el país el primer ensayo democrático que había encabezado Juan Bosch. El resultado fue que fruto del golpe de estado corrió la sangre en tu patria, primero en 1963, con la muerte de Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) y su grupo de valerosos compañeros, quienes se internaron en las montañas llamadas Manaclas con la intención de incitar al pueblo a rebelarse para devolver la democracia al país.

Como continuación de la rebelión empezada por Manolo, la sangre corrió de nuevo en 1965, cuando la patria fue de nuevo pisoteada. En esa ocasión muchos empuñaron la carabina, entre ellos un Caamaño y un Peña Gómez y miles más; pero su esfuerzo fue ahogado, otra vez, como te dije, por la intervención del vecino poderoso del Norte quien nos impuso por 20 largos años al político más enigmático, cínico, indolente y calculador que haya dado esta tierra: Joaquín Balaguer.

Este señor, Balaguer, con su sapiencia, pudo haber sido el verdadero Padre de la Patria Nueva, pero, con ciertas excepciones mínimas fue la continuación de su amo Trujillo. Como él, tuvo al país en estado de sitio, y permitió que sus seguidores persiguieran y mataran sin compasión, muchas veces a mansalva, a quienes consideraba estorbos a su política; la lista de muertos es interminable: Orlando, Amín, Otto, el Moreno, Caamaño, Goyito, y centenares más. Del paternalismo que promovió y la corrupción que permitió no te diré nada, pues son legendarios y hasta hoy nos persiguen. Creo que tu República Dominicana es el país más rico del mundo: cada gobierno permite hacerse ricos a cientos y cientos de hombres y mujeres, y seguimos como si nada; tambaleándonos, pero produciendo para saciar el apetito desproporcionado de los llamados funcionarios que surgen hambrientos como pirañas cada cuatro años.

De la gesta del 65 hay también una foto inolvidable en que se ve a un mulato dominicano, sin más armas que sus puños cerrados, amenazantes, y un rostro cargado de rabia leonina que parece botar fuego por cada uno de sus poros, enfrentarse a un soldado norteamericano armado de carabina. Es decir que, ¡valor no ha faltado, Duarte!

En resumen, la realidad es que en la patria que creaste ha habido mucha gente valerosa, algunos como tú, sin tacha, pero sin “fuerza”. Ha habido políticos con “buenas intenciones”, pero que al llegar al gobierno, sea por “su pragmatismo muy particular y acomodaticio”, sea por “desconocimiento” o por debilidad, se han dejado arropar por la corrupción. Otros ha habido, que “siendo cuervos han cantado como gallinas”—sin dejar de actuar como cuervos—, y ha habido otros, los más, los que han sido deliberadamente malos y corruptos hasta la médula.

El saqueo, el entreguismo y el simple y vulgar robo de los bienes del Estado están a la orden del día. Y es por eso que te digo que nuestro futuro es incierto. Ojalá y en el bicentenario de tu nacimiento pueda decirte “me equivoqué”, la luz brilla de nuevo, hemos encontrado el camino. Por ahora, sin embargo, lo único que puedo presentarte es un cuadro de pesimismo, tenebroso, casi negro, de decaimiento infinito.

Por eso, aunque este 26 de Enero quisiera darte buenas noticias; una vez más, debo decirte que, lamentablemente, el país que soñaste no se ha logrado. Por lo que me niego a hacerte un monumento, pues de esos ya tienes muchos, y el pedernal, contrario a tus ideales, es frío e impersonal, y no logra más que “allantar” la conciencia y darnos una falsa satisfacción de que hacemos patria, como pretenderán hacer creer los cínicos que depositarán flores en tu honor y hablarán emocionados en este tu día, de quienes me niego a ser cómplice.

Hoy prefiero limitarme a honrar al Duarte vivo de las sentencias sabias, al pensador excelso, al conspirador, al expatriado, no al que se aborrona en las fotos, ni al que sepulta el cardenillo en las estatuas de los parques, blanco de excrementos de palomas y pajarillos.

Tuyo, respetuosamente, Un dominicano afligido


Por Isaías Medina Ferreira
Publicado en elMasacre.com
de fecha 27/01/07






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